OBESIGAM

Calle Querétaro #62, Colonia Roma Norte, Alcaldía Cuauhtémoc, CP 06700 CDMX
Hospital Ángeles Roma, Torre de Consultorios, Consultorio 402
Teléfono 5555743365

Horarios de Atención: Lunes a Viernes de 9 am a 8 pm, Sábado 9am a 2 pm Previa cita

 
Historias de Éxito

Adelaida López

Mi experiencia con el bypass gástrico.

El exceso de peso siempre ha estado presente en mi vida, al menos desde que tengo memoria. Desde que era una niña mi mamá -quien tiene una pésima relación con la comida-, me trasladó sus prejuicios y temores (para nada infundados por demás), en relación a la gordura. Y estando en la genética de mi familia, siempre tuve limitaciones en cuanto a lo que podía comer por lo que antes de cumplir 12 años, ya estaba haciendo dieta: todo tipo de dieta, desde pediatras hasta nutricionistas, endocrinólogos, acupunturistas, de médicos que practicaban los regímenes de moda: Atkinson, la dieta de los puntos, etc., hasta los que me prescribieron medicación para la ansiedad, para la tiroides, homeopatía y anfetaminas. Me sometieron a tratamientos reductivos como endermología, bandas frías, mesoterapia y finalmente una liposucción súper traumática a los 22 años. No recuerdo un solo momento año de mi vida en que no hiciera dieta, y la verdad, casi todas las dietas funcionaron -mientras las hacía-. Pero al dejarlas, el conocido efecto rebote no solo me llevaba a recuperar el peso perdido, sino a engordar aún más que al inicio de la dieta.  Cuando tenía 33 años me sometí a una dieta rigurosísima: durante dos años, cada 15 días me levantaba los viernes a las 3 am para trasladarme durante casi 2 horas a las afueras de Caracas y llegar antes de las 5 de la mañana a la consulta del médico de moda en la ciudad. Con mucho sacrifico y pastillas logré adelgazar 55 kilos a lo largo de ese período. A los 35 estaba en “mi peso” según el doctor y me dieron un régimen de mantenimiento, que ya sin las anfetaminas fui incapaz de cumplir. A punto de cumplir 37 años había recuperado todo el peso perdido y ocho meses más tarde tenía 10 kilos más, duplicando mi peso corporal en 18 meses. 

Fue entonces cuando me di por vencida, simplemente ya no iba a hacer más dietas, ¿qué sentido tenía?. Tal vez la gente tenía razón cuando me juzgaban como falta de voluntad y disciplina. Era obesa y así me iba a quedar definitivamente. 

Por supuesto, para alguien como yo mantener un peso, cualquiera que sea, es un reto. Por lo que seguí aumentando hasta llegar a los 130 kilos, me costaba respirar, caminaba con dificultad y mis padres estaban desesperados pues mi hijo estaba pequeño y sentían que si seguía así, no iba a llegar con vida a la mayoría de edad del niño. Finalmente, mi madre me convenció de ver a un especialista en balón gástrico. Yo no estaba convencida en lo absoluto pues pensaba que aunque lograra adelgazar con el balón, en lo que me lo retiraran engordaría de nuevo; pero aún así fui a la cita  para sacarme a mamá de encima. El doctor, quien en su momento fue bastante brutal, me dijo que el balón no iba a funcionar en mi caso y que  tenía que operarme el estómago. Yo estaba indignada, ¿operarme?, ni que estuviera TAN gorda. Me fui enojadísima de la consulta y tuve una de las peores discusiones de mi vida con mis padres. Estábamos a final del año 2007.

Papá, que no se da por vencido tan fácilmente pero que tiene mejores tácticas que mi mamá, empezó a mandarme por correo artículos, páginas de internet, estudios, etc., sobre las cirugías bariátricas. Nunca hablábamos al respecto y yo no leía nada de lo que me enviaba, pero curiosamente, lo iba guardando en un folder en mi correo. Un día, sin saber muy bien porqué, abrí el folder y empecé a leer toda la información que había recibido, además de empezar a investigar y profundizar por mi cuenta en relación al tema. Y por primera vez en muchos años, me atreví a sentir esperanza en torno a mi obesidad y una posible solución médica para la misma. No le dije nada a nadie, no necesitaba que me presionaran, u opinaran sobre una decisión que tenía que tomar por mí misma, pero encontré a los mejores cirujanos bariátricos de la ciudad y fui a sus consultas en busca de mayor información, un plan de acción y costos. Finalmente, conocí al doctor que me operó. Conectamos de inmediato, me examinó a profundidad, respondió todas mis preguntas y me planteó las alternativas y sus recomendaciones.  Él formaba parte de un centro integral de tratamiento de la obesidad que brindaba asesoría nutricional y psicológica para acompañar al paciente previo, durante y post operación. Allí me diagnosticaron obesidad tipo IV (extrema): soy de contextura pequeña,  mido 1.59 cm y mi índice de masa corporal era mayor a 51. Además, había desarrollado hipertensión, en mi primera consulta tuve una lectura de 180/120. A mediados de marzo de 2008 decidí operarme. Hablé con mis padres, pues la cirugía era costosa y el seguro no la cubría, para pedirles que me ayudaran económicamente y en el proceso, y por supuesto, lo hicieron. Fijamos la operación para finales del mes de junio, para poder prepararme y, el jueves 26 de junio me operaron.

No voy a mentir, no fue un proceso sencillo prepararme física y sobre todo mentalmente para la operación. De las alternativas disponibles el doctor me sugirió un bypass gástrico con anillo como la opción más adecuada y con mayores probabilidades de éxito a largo plazo para mí,  y ése fue el procedimiento que seguimos. La operación fue exitosa, y la recuperación aunque fastidiosa, relativamente rápida pues fue una laparoscopia.  Pero los meses que siguieron fueron realmente duros, aunque no me cabía la comida y no tenía “hambre” en realidad, según yo sí tenía, y aunque las cantidades  de alimento que me sugerían eran pequeñas, engullía con mucha ansiedad y prisa, solo para sentirme muy mal después y muchas veces vomitar. Poco a poco fui entendiendo que el malestar que sentía era una indicación de que estaba comiendo de más y muy rápido, y que cuando me excedía, vomitaba lo que me sobraba. Así, fui ajustándome día a día a mi nueva realidad. En diciembre del 2008, 6 meses después, viajé a Disney con mi familia. Pesaba 85 kilos entonces. Para diciembre de 2009 pesaba 65 kilos (mi meta, para tener un IMC normal era alcanzar los 63 kilos); y en diciembre de 2010, recién trasladada a México, llegué a pesar 58 kilos.

Al poco tiempo dejé de adelgazar y me estabilicé en 63 kilos, cada vez comiendo porciones más normales. Me mantuve entre los 63 y 66 kilos durante unos 4 años y al cabo de este tiempo comencé a engordar un poco. Estaba comiendo muy mal. Al poco, empecé a sufrir de reflujo muy fuerte y me examinaron para encontrar que el anillo gástrico que me habían puesto inicialmente, se había desplazado y había que removerlo quirúrgicamente. Eso fue en febrero y me operé en noviembre en espera de que mis padres pudieran viajar a México para acompañarme. 

A lo largo de estos casi 11 años mi peso ha oscilado, llegando a alcanzar en su peor momento los 75 kilos. He tenido que aprender a comer mejor, a hacer mejores elecciones, a llevar una vida más activa y a conocerme mejor. Siempre fui bastante segura de mí misma, sin embargo el estigma de la gordura me marcó durante tanto tiempo que cuando finalmente adelgacé no me reconocía: tuve que aprender quién era y cómo era en realidad, física y mentalmente, y eso me ha permitido aceptarme y animarme a ser una mejor versión de mí misma. Tras el bypass mi vida cambió drásticamente, la obesidad me marcaba, me definía y me limitaba; y poco a poco fui recobrando el control de mi persona y a descubrir que soy capaz de cosas que nunca hubiera imaginado lograr. 

A pesar de que mi caso es un éxito clínico, el camino ha tenido muchas dificultades. He lidiado con el reflujo y la anemia desde que me operé, he tenido que reaprender a alimentarme y tuve que reconstruir mi relación tóxica con la comida y desprenderme de la ansiedad y la culpa que me generaba. No me sometí a ninguna cirugía reconstructiva y me ha tocado  t aceptar que hay partes de mi cuerpo flácidas o donde sobra piel, sé que es algo que puedo mejorar quirúrgicamente pero la verdad, no he sentido que “tenga” que hacerlo. Someterse a una cirugía bariátrica no es una decisión sencilla o que se pueda tomar a la ligera, es un procedimiento que conlleva riesgos y te obliga a cambiar tu vida y a hacer ajustes. Pero en todas las elecciones ganamos y perdemos cosas, y si tuviera que volver a hacerlo todo de nuevo, lo haría sin dudarlo un segundo. Puedo decir si temor a equivocarme que he vivida una vida más plena y consciente, con muchas más opciones a mi alcance y mucho más feliz desde que me operé. Me hubiese encantado saber de esto antes en mi vida, conocer a alguien que me animara a explorar esta alternativa y que compartiera su experiencia conmigo. Cada historia es diferente y cada quien define su propio proceso, pero esto es una alternativa real a la obesidad que permite una solución a largo plazo, para la que hay que prepararse y estar dispuesto a hacer ajustes. Pero que da resultado. Yo soy un ejemplo de ello: a los 38 años pesaba 130 kilos  y tenía muy poco control sobre mi vida. Hoy tengo 50, peso 60 y me veo y me siento mejor que nunca.

 

 

Category
Bypass Gástrico